Lo que no se debe hacer con los vinos tintos
Aquí te dejamos algunas sugerencias que debes de tomar en cuenta y no hacerlas al degustar o en el día a día con los vinos tintos:
Beber el vino en vasos: Se debe utilizar una copa de vidrio transparente ya que es el “contenedor que mejor garantiza el poder apreciar el color, el aroma y la lagrima. En cuanto a la forma, las más idóneas son las copas tipo balón o tulipa.
Utilizar copas inadecuadas: No conviene utilizar copas muy pequeñas, muy gruesas, de color o muy talladas. Con una copa amplia, eso sí, más grande para tintos que para blancos, y mayor conforme los vinos son más importantes, conseguirá que el vino ‘se abra’ con rapidez y nos mostrara su cuerpo a detalle.
Llenar mucho la copa: En una copa se debe verter sólo una pequeña
cantidad, aproximadamente 1/3 de su volumen, con ello se consigue que el vino no se caliente en la copa inútilmente y que el degustador pueda imprimir un suave movimiento giratorio, para apreciar el aroma y bouquet que desprende el vino.
Enfriar en el congelador: Ningún vino resiste un cambio brusco de
temperatura sin sufrir consecuencias. Si necesita bajar la temperatura utilice una cubeta con hielo y agua.
Servir distintos vinos en la misma copa: Cada vino tiene sus
peculiaridades y aromas los cuales se mantienen en la copa, aunque se haya apurado hasta el último sorbo. Por tanto si utiliza la misma copa para un segundo vino modificará invariablemente sus características.
Cortar la cápsula por encima del gollete: La cápsula debe ser
cortada por debajo del gollete, para evitar que el vino arrastre pequeñas partículas de estaño o plomo y provoque un gusto desagradable.
Perforar el corcho: Cuando el corcho se perfora se crea un serrín de corcho con altas probabilidades de mezclarse con el vino y estropear su degustación.
Abrir el vino con anticipación: Un mito recurrente es que los vinos,
(especialmente los tintos) deben abrirse cuando menos una hora antes de servirse, para que respiren. Esto es parcialmente falso porque el diámetro de la boca de la botella no es suficiente como para que la totalidad del vino entre en contacto con el oxígeno. Para lograr esto es necesario utilizar un decantador.
Saborear un vino bebiéndolo: Las papilas gustativas y la lengua no
son los mejores órganos para apreciar un vino. El olfato es el protagonista de la cata pues el verdadero órgano degustador se encuentra en la cavidad nasal superior, a la que en una respiración normal el aire no llega nunca y las únicas sensaciones que le alcanzan son los vapores de las sustancias volátiles.
Confundir graduación con acidez: La acidez se contrarresta con el
azúcar y con el alcohol. Un vino de apenas 12 grados pero con una acidez muy baja parecerá más alcohólico que un vino de 14 grados con una acidez más alta. Un vino dulce parece menos si se añade ácido tartárico (el de las uvas), ácido cítrico (el de las naranjas, limones y pomelo) o ácido málico (el de las manzanas).
Creer que el mosto de las uvas tintas es tinto: El color del mosto es el mismo para las uvas blancas que para las tintas La pigmentación solo está en las pieles de las uvas. La única excepción es el mosto de la uva garnacha tintorera, de calidad muy inferior.
Creer que para la producción del cava o del champagne las uvas que se utilizan son blancas. El mosto que se extrae para producir cava se obtiene muy rápidamente, con prensas muy anchas y de poco
fondo para que no de tiempo a que la pigmentación de las pieles lo tiña.
Decir dogmáticamente que el vino mejora con el tiempo: El vino cambia o empeora. Un vino cambia porque, aunque gana algunos atributos (se suaviza, aparecen aromas más especiados), pierde o se aminoran otros como el carácter de la uva y algunos elementos sensoriales propios de la zona de plantación.
Decir que el vino empeora con los viajes: Hoy en día los vinos están lo suficientemente estabilizados como para soportar cualquier embate. Sólo se bloquean olfativa y gustativa mente (aroma corto, sin expresión) durante los días siguientes al viaje. Quince días después se recuperan.
Decir que los rosados o claretes son vinos para los que no
les gusta el vino: Lo que ocurre es que esos vinos no son comparables con los tintos. De ellos hay que saber apreciar su frescura, su frutosidad y, sobre todo, su juventud.
Fuente: El vino, fundamentos y consejos